Escolas Médicas do Brasil

Los nuevos Cartoneros - (esperando lo que nos den)

 15/05/2007

Foro de Educacion Continua en Cardiologia
Federacion Argentina de Cardiologia - SCOB - CETIFAC
Cardiologia Transdisciplinaria
www.fac.org.ar/fec/foros/cardtran

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LOS NUEVOS CARTONEROS
(esperando lo que nos den)

De los anios de mi infancia recuerdo el grito modulado del botellero
que llegaba en las siestas. "Boooteyiiiiiro...revistas, trapo viejo,
boteeee...". Era un senior que recorria el barrio en ocasiones, en un
carro tirado por un cansino jamelgo pregonando su servicio: compraba
botellas, papeles, vidrio y lo pagaba según el peso. Ayudaba asi a
desembarazarse de las botellas, diarios, revistas que se iban
acumulando.

Cuando mi madre nos autorizaba, con mis hermanos juntabamos
dedicadamente cada papel o botella de la casa y esperabamos ansiosos
con las bolsas de arpillera asi llenas oir el pregon que lo
anunciaba. Displicente bajaba de su carro y con una balanza oxidada y
dudosa pesaba nuestra cosecha. Nos anunciaba a cuanto el kilo y nos
pagaba unas pocas monedas que, a esa edad, nos parecian una fortuna.

El hombre era, de cierto modo, un comerciante que compraba y vendia
los que en las casas ya sobraba.

En estos tiempos, los brutales cambios ocurridos en la sociedad trajeron
a la luz a los cartoneros, especie de parias marginados a la fuerza, que
subsisten recogiendo lo que otros desechan. No quedo nada del
botellero y su pregon. Fue reemplazado por la variedad de gentes con
carros, coches infantiles, carros de supermercado, bicicletas, que al
atardecer ganan las ciudades de mi pais, buscando cartones, papeles,
vidrio, algo que permita una precaria subsistencia.

En Buenos Aires, lo que sorprende a quien la conozca de otras epocas,
es el silencioso ejercito de cartoneros que se instala al caer el sol
en las calles del centro. Cuando la variopinta pleyade de aspirantes a
yuppies, transeuntes, motoqueros, paseantes, turistas extranjeros,
apurados peatones, despreocupados escolares, "arbolitos", promotores de
casas de cambio, tiendas de cuero, parrillas, o articulos regionales
comienza a replegarse, aparecen de la nada los cartoneros.

Familias enteras a veces, silenciosas, eficientes, transcurren su
actividad en un plano, en una dimension distinta de la habitual fauna
que puebla las calles. Ignorados por los transeuntes, como si no
existieran, realizan su tareas de seleccion y clasificacion con
eficacia y velocidad, antes que los camiones recolectores se lleven la
grandes bolsas de residuos que pueblan las estrechas veredas de la
ciudad. Tampoco parecen reparar en uno que pasa y los ve con los ojos
azorados del provinciano. Dos dimensiones que no contactan. Que se tocan
solamente por el extremo de los desperdicios. Que llegan a habitar el
mismo espacio ignorandose mutuamente.=2

Pueblan las calles centricas en un cruel contraste con las tiendas y
galerias comerciales que ofrecen la felicidad envasada en el consumo,
miran ¿sin ver? el sinfin de articulos que una parte de la
sociedad tiene al alcance de la mano, objetos que estan para ellos tan
lejanos como las estrellas que empiezan a insinuarse entre los avisos
luminosos.

La orgullosa Buenos Aires asoma una de sus peores caras, la de la
miseria silenciosa y estructural.

El hotel del Congreso, por suerte luce aseptico y alejado de esos
espectaculos. Te reciben bellas senioritas, con breves faldas, que te
invitan a los simposios de la industria, en los que te convenceran que
la salud viene en capsulas.

Los stands ofrecen multicolores propagandas, sorteos de valijas,
bicicletas, computadoras, muestras, "bibliografia" y unas enorme
bolsas de colores en las que se puede ir poniendo todo lo que te van
ofreciendo por los pasillos. La vida es bella y la ciencia esta al
alcance de la mano.

El programa es nutrido y habra que optar por muchas posibilidades,
pero los medicos se apretujan en los stands para obtener una ficha de
sorteo, una lapicera, una bolsita o un yoghurt. La cola en donde te
hacen un sellito que seguramente se extinguira antes del proximo
congreso, se extiende mas de 20 metros. La cola para presenciar una
mesa al mediodia con lunch incluido, es interminable.

Respetables doctores deambulan cargando dos, tres, ¿diez? bolsas de
colores. Pulcras doctoras, producidas cuidadosamente para la ocasion
no pueden con su carga de bolsas y muestras. He visto a colegas que no
podian acomodarse en su silla para escuchar alguna charla, debido al
volumen de las bolsas que portaban ¿Hemos venido al Shopping?

De pronto el espectaculo de un doctor sentado en un rincon,
acomodando prolijamente su cargamento de muestras, doblando
pacientemente las bolsas, hasta encajarlas una adentro de otra,
seleccionando multicolores folletos me remitio a las calles de Buenos
Aires.

Cuando una colega me confirmo que en los toilettes de mujeres el
panorama era similar, una sensacion de verguenza ajena (y no tanto)
comenzo a invadirme.

En ese momento se anunciaba por los altavoces el comienzo de una
sesion en la que se nos permitiria ver los adelantos de una
tecnologia inalcanzable, como el Eco 3D, en una sala que rebalsaba de
publico.

El inmenso ambito del Hotel se me antojo entonces como un gran
shopping center en el que nos dejan entrar a ver lo que consumen otros,
nos muestran lo que es el futuro para ellos, nos convencen de la
eficacia de una medicina que, con suerte, alcanzara solo el 10% de
la poblacion y nos dan el consuelo de poder volver a nuestras casas
con cartones de colores bonitos, con policromas chucherias y
lapiceras de plastico, como pobres cartoneros de la medicina. Y lo que
es peor, contentos de haber sido participes de un evento cientifico.

Cuando volvia por la noche, al cruzarme con los cartoneros, los vi con
ojos distintos. Al menos ellos no se la creen.

Dr. Enrique Pianzola

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